jueves, 27 de marzo de 2014

Síndrome del desempleado

Hace dos semanas terminé mis prácticas. Qué gran regalo en el mes de mi cumpleaños. Siempre me quejaba de no pasar el suficiente tiempo con mi familia pues estudiaba y trabajaba. Ahora me quejo de pasarlo demasiado.

La primera semana la tomé como unos días de descanso pero esta última semana simplemente estoy en la fase "y ahora, qué hago", tal y como hace poco más de un año lo sentí. Para ese entonces llevaba dos meses sin nada; aunque diciembre nunca cuenta porque es Navidad y siempre hay algo que hacer, lo último que uno quiere es trabajar.


Pero ahora siento que lo necesito, no sólo por dinero sino porque no puedo dejar de hacer algo; no puedo estar de vaga aunque en días de trabajo lo clame a los cuatro vientos. Necesito mantenerme ocupada. Y ni el tener enamorado ayuda, simplemente me siento insaciable.

No sé cuáles son las etapas, pero sí sé las mías. Maldición. No sería tan malo si pasara después de Navidad, es malo porque pasó en el mes de mi cumpleaños, el día que tanto anhelo que desparezca de la faz de la tierra porque me deprime.

Yo y mi estúpida necesidad de esperar demasiado de las personas, de regalarles cosas a algunas otras cuando me las piden a veces sin esperar nada a cambio. Falso. Siempre quiero que lo hagan también conmigo. Y nunca sucede.

Hace más de un año, cuando todavía no había encontrado el trabajo, empecé a sentir ansiedad, tristeza, no podía dormir y empecé a googlear acerca de la depresión; hasta hice un test. Y aparentemente sufría de eso. Lección: jamás volver a utilizar a Google como mi médico particular.

En silencio lloraba todas las noches tal y como lo hago ahora. Es que acaso pido demasiado. Es que acaso siempre he pedido demasiado.

Mi madre siempre me decía: el que pide a Dios poco es un tonto. Y mi padre antes de celebrar Navidad, ante mi duda sobre sí continuaría en ese trabajo me dijo: sí Dios ve las cosas que estás haciendo no es un loco para quitártelas.

Ahora estoy empezando a perder la fe. Sólo quiero ver ese unicornio, tal y como Ally Mc Beal volvió a ver a sus 30 años; dice la leyenda que simboliza la esperanza. Necesito una señal. Quizá debería coger la Biblia para encontrar lo que exactamente me quiere decir Dios, es casi tan impredecible como yo. Pero es más sabio y no logro entenderlo.

Es aún más frustrante que ya me puse al día con mis series bestseller fantásticas favoritas: Once Upon A Time, Game of Thrones, Pretty Little Liars y lo estoy haciendo con una aún más realista como Ally Mc Beal que me recuerda tanto a mí. Es más, ya sucumbí ante las redes de Breaking Bad.

Y ya no sé si es saludable sólo sé que no me quita el insomnio. Creí que escribirlo funcionaria pero no. Sigo tan despierta y con mucho miedo de cerrar los ojos paa volverlos a abrir, y ver que sigo siendo la egresada, sin chamba que ahora soy.

Diagnóstico: el síndrome del desempleado.

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