jueves, 1 de marzo de 2012

Primer día en la chamba II - Carne nueva



A todos nos ha pasado alguna vez. Ser nuevos y pagar "derecho de piso", como dicen. O peor aún, ser mujer y ser el centro de atención por unos minutos. "Carne nueva", se escucha a lo lejos, "¿paga?", son algunas de las barbaridades de uno que otro hombre por ahí. Recibes todas las atenciones, te tratan bonito, te quedan mirando como bobos (por qué son tan evidentes), en fin pasan muchas cosas. Y las chicas, siempre desconfiadas (todas somos así, algunas más alzadas).

Mi historia trata sobre eso, es la continuación del de hace un par de semanas. 


Soy algo retraída cuando me integro a un grupo que no conozco, a veces me dura unos días, otras semanas pero no paso del mes. Ya voy un mes y se nota a diferencia. Me gané a mi jefe. Se fueron algunas y me dejaron sola, a empezar desde cero. 


Ellas enseñándome qué hacer, él en su oficina terminado su chamba, ese mirando de reojo a cada rato, desconcentraba un poco (lo tenía al frente), los otros, ya en lo suyo, soltando algunas miradas sospechosas pero nada de qué preocuparse. Pero, hay miradas y miradas, y ya estoy aprendiendo a distinguirlas.

A veces dan ganas de decir "qué me ves" pero es mejor ser indiferente o hacer como si no pasara nada. No me imagino qué habría pasado si iba en short, válame Dios. 

Antes de llegar al lugar, que a decir verdad es bastante raro, silencioso y cerrado, fue una travesía. Revisar varias veces la dirección en Google Maps - solo recuerda verificar el nombre del jirón, a veces una letra lo cambia TODO - guardar el número para contactar, vestirse formal. 


Llegar al lugar sin conocer la zona, sí es fatal, el de la combi no sabe nada, te bajas una cuadra después, preguntas al del auto y amablemente te dice "uy, es más arriba". Estás con tacos y debes caminar, son la 1:30 de la tarde y el sol está encima de ti quemando, tú estás de negro (no tenía otro color) y mientras caminas no faltan faltoso en las calles, felizmente se limitaron a hablar, aunque ya no sé qué es peor. 


Sinceramente detesto esas cosas, y lo mejor es ponerse los audífonos y subir el volumen al máximo. Mientras mi cerebro trabaja y elabora una serie de insultos que jamás los podré lanzar pero unos de ellos, el más común, "silva a tu vieja..." Cuido mucho mi imagen como para decirlo, o tendría que tener un nivel de confianza muy alto para lanzar mis comentarios perversos y bufones o que contengan insultos.

Ya al llegar la misma historia, me sentía perdida, cansada, me dolían los pies ( por los tacos), con mucho calor ( el laciado te sube la temperatura) y con muchas ganas de aprender y quedarme. 


Ahora sigo ahí, y la historia no ha cambiado, me sigue mirando raro ya no ese sino los vigilantes - otros son bastante confianzudos, recuerdo que alguna vez uno me dijo "hoy seré tu guardaespaldas", lo necesitaba para que me acompañe a tomar mi carro así que normal, pero de ahí ni más -. 


Uno de esos primeros días me gané con unos comentarios hacia una chica un poco subida de peso, y se refirieron a ella como "la hembrita", no sé su nombre pero desde esa fecha la llamo así. Lo siento, me pareció muy chistoso, ahora no me imagino como me dicen a mí, mientras tanto en la chamba me llaman como me gusta Rachel.

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